miércoles, 21 de noviembre de 2012

Memoria Segundo Conversatorio

Medicalización de la vida


SEGUNDO CONVERSATORIOSEMINARIO PERMANENTE

1 NOVIEMBRE 2012 – SAO PAULO

Participantes:
Rocío Arango – Sandra Ortiz – Diana Valencia – Francisco Lopera – Beatriz Gómez – María Elena Suazo (Chile) – Rafael Lozada – Carmen Otero – Amparo Arango – Fernando Calle – David Rodríguez – John Bohórquez – Marcela Vélez – Mauricio Maldonado (Ecuador) – Mauricio Sánchez – Juan Raúl Navarro – Paula Molina – Jorge Gómez – Margarita Bernal –  Elkin Molina  
Primer tema:

Medicalización de la vida y de la sociedad: John Bohórquez

Referencias: ¿Deshumanización en medicina? Alteridad o beneficio – La fabricación de nuevas patologías –

Frase del libro “El estado oculto de la salud”: “Sería por ello muy conveniente tomar conciencia de las diferencias existentes entre la medicina científica y el verdadero arte de curar” (Gadamer)

Si eso es así, ¿por qué vamos al médico?, ¿cómo lograr sanación?, ¿a quién hay que acudir para que pueda haber sanación?, ¿qué posibilidades tengo yo mismo de ejercer un proceso autosanador? O qué tanto puede hacer una alternativa como la bioenergética, la medicina china o cualquier otra para lograr sanación. O qué tanto se puede hacer desde el psicoanálisis y desde la psicología.

Les quiero mencionar un texto muy bello que se llama “Knock o el triunfo de la medicina” de Jules Romains en el que se cuenta la historia de un médico joven, lleno de ímpetu, que llega a un pueblo a reemplazar a un médico viejito que ya se va jubilado. Cuando el viejito decide regresar de visita un año más tarde encuentra que toda la población ya es paciente de Knock, el joven médico, algo que él nunca había podido lograr, Knock ya estaba millonario, ya medio pueblo era un hospital y toda la gente acudía donde él para tratamientos. Logró convencer a todo el mundo de que estaba enfermo.

Por eso, nos enseñaron en la facultad de medicina: “No hay gente sana sino mal estudiada”. Si busca, algo va a encontrar. Y nos enseñaron una cosa peor, de la semiología francesa del siglo XIX: “Hay que decirle siempre al paciente que está grave. Si muere, se demostrará tu acierto y si mejora, quedarás como un rey”. Por cualquier lado gana el médico. No el paciente. Así nos insistieron en el proceso formativo. Gadamer dijo otra cosa muy importante en este libro: “En el gran aparato de nuestra civilización todos somos pacientes”.

Todo esto para demostrar que la vida está medicalizada. La medicalización surgió en la historia de la humanidad hace apenas 200 años. No es por la Ley 100 de 1993 en Colombia que tenemos medicalización, no. Desde el siglo XVIII surgieron los procesos de industrialización, del capitalismo y las teorías democráticas. Hasta hace 200 años la vida no estaba medicalizada. Hoy la vida es inconcebible sin medicalización.

Yo te pregunto por ejemplo: ¿Por qué no te haz hecho sacar las mamas? ¿O los ovarios? ¿Cómo es que no la haz hecho si ya hay estudios científicos que demuestran que si te los sacas no te va a dar cáncer de mama ni de ovario? ¿Por qué eres tan poco preventiva?

“¿Por qué no te matas para que no te mueras?” (Fernando Calle)

“No hay gente enferma. Hay gente sin conciencia” (Amparo Arango)

Yo te pregunto: ¿Alguien tiene hijas entre los 9 y los 15 años? ¿Ya le aplicaste Cervarix o Gardasil? ¿Pero cómo que no? ¡Qué imprudencia la tuya! ¡Si esa es la vacuna que impedirá que en el futuro le de a tu hija cáncer de cuello uterino! ¡Pero cómo no se la vas a aplicar! ¡300.000 pesos cada mes hasta ajustar tres dosis y listo! El Estado colombiano lo tiene en su plan y lo está regalando en los colegios. ¡Muy responsable!

Yo te pregunto: ¿Está tomando Truvada? Si lo tomas, puedes acostarte con una persona con SIDA y no se te pega. ¡Todos deberíamos estar tomándolo! ¡Porque uno no sabe! ¡Qué maravilla! ¡La ciencia produciendo derroche de conocimiento!

Yo te pregunto: ¿No estás tomando Calcio? Consuelo Luzardo aparece en televisión diciendo que si se lo hubieran dicho a los 30 años hoy no tendría osteoporosis. En la televisión te darás cuenta que más o menos el 70% de los comerciales ofrecidos tienen que ver con medicamentos o con productos “para la salud” o para el aseo, para todo lo que tiene que ver con el cuerpo. Allí aparece la Federación Médica Colombiana aprobando toda clase de productos enriquecidos. La vida está medicalizada. ¡Por donde tú andes! ¡Cómo es que no te haz hecho nada de esas cosas y andas por la vida tan tranquilo!

El peligro de ese tipo de publicidad y de la manera como se está haciendo la medicina es que nos están haciendo creer que sin medicina no vamos a llegar ni a los 50 años de edad. Y que  si llegamos, va a ser con osteoporosis, con cáncer y otro montón de cosas. Ese es el peligro de la medicalización. Aparentemente no es un fenómeno tan riesgoso. Pero si lo miras en detalle encontrarás que sí lo es porque te va a llevar a conclusiones terribles. Como por ejemplo, si vas al ginecólogo: “Yo te puedo sacar los ovarios y no te va a dar cáncer allí”. Y tu medicalizada vas a decir: “Uy doctor qué belleza, qué época tan maravillosa la que me tocó vivir”.

La industria moderna nos quiere así: El papá, el señor de la familia, ya está un poquito más débil, pero ahí tenemos Sildenafil, Viagra, Cialix, Vardenafil, Uprima… La señora ya está un poquito aburrida, desencantada, deprimida. Ahí tenemos Fluoxetina. ¿El niño está muy travieso? ¡Tenemos Ritalina! Toda la familia debidamente medicalizada. Y si tus adolescentes ya empezaron la vida sexual, ¡no te preocupes! Ya tenemos Anticonceptivos orales, inyectables. Y si se embarazó, ahí está el aborto, un procedimiento para evitar todas esas complicaciones. La vida está medicalizada.

¡Y qué tal que habláramos de psiquiatría! Si estás un poquito alterada porque la vida anda un poco agitada, vas donde el psiquiatra y él te va a decir: “Tienes un trastorno afectivo bipolar, no te preocupes”. Y ahí están un montón de medicamentos. ¡Qué rico escuchar a un paciente contando a su psiquiatra su historia para que este llegue a la conclusión de que tiene una cosa de esas! Debe ser algo fascinante. Por eso, un autor colombiano de la talla de William Ospina dijo: “Es tan pobre la percepción que tiene la psiquiatría del alma humana, que uno a veces está tentado a sostener que lo que hace interesante a la psiquiatría es el testimonio de sus enfermos”. Entonces al paciente se le ofrece una posibilidad según la cual él no tiene que hacer ningún esfuerzo con los desafíos de su vida, con las cosas que está viviendo, sino que sencillamente “Yo acá te tengo la solución, basta con que tomes esto”. Fuimos tan afortunados que nos tocó una época tan maravillosa, de tanta ciencia.

Es un peligro muy grande que la vida esté medicalizada. Pretende hacerte depender de medicamentos, de la medicina, del médico y de todo el aparato que está detrás.

Hay una cosa detrás del acto médico que uno no puede evitar pensar que existe y es el mercado. ¿Quién pudiera negarlo? Está diseñado por la industria. La industria necesita algunas cosas para que el mercado pueda funcionar y una de ellas es la medicalización. Sin ella, no hay mercado. Si estás asustado, lleno de miedo, te pones en bandeja de plata. Si no tuvieras miedo, la medicalización tendría un freno. El mercado requiere utilizar también la autoridad del médico. El médico tiene una autoridad sobre el paciente, que se la concede el mismo paciente, no el Estado. Uno cuando hace preguntas demuestra un espíritu autocrítico, demuestra que no sabe, es un acto de humildad. Por eso, el buen estudiante se distingue por sus preguntas. Cuando un paciente llega con preguntas, en un acto de humildad dice “no sé que tengo”, y al reconocer esa ignorancia concede una autoridad a alguien que supuestamente “sabe”. Es fundamental para el mercado que el médico tenga esa autoridad. ¿Por qué? Una vez que el médico mande eso, usted no tiene pérdida. ¿Usted qué va a decir en su casa cuando llegue con ese medicamento? “Me lo mandó el doctor”. “Pero si lo dijo el médico. Él me dijo que le diera a la niña Truvada para que no se le vaya a pegar el SIDA, que le aplicara a la niña el Gardasil para que no le vaya a dar dentro de 25 años el cáncer de cuello uterino, para desarrollar suficientes inmunoglobulinas para enfrentar ese virus malvado del papiloma humano y que así no surgirá el cáncer”. El mercado requiere todo eso y requiere también que el Estado lo tutele. La industria crea la demanda y después pone al Estado a que tutele la necesidad creada. Logró por ejemplo, que el Estado colombiano la incluya en sus planes de vacunación y la esté aplicando ya gratuitamente en los colegios. Para las niñas y las familias es gratis, pero ya fue pagado con los recursos de todos nosotros. Ya la industria hizo el negocio, se lo ofreció al Estado y este dijo: “¡Como la gente tiene derecho a la salud!” ¡Están haciendo tremendo negocio con nosotros!

Conversación

Fernando Calle: El discurso médico nos quiere convencer que las mejores condiciones de vida se deben al progreso de la medicina. La esperanza de vida ha aumentado en los últimos 50 años de 45 a 70 años. Pero, ¿qué está de por medio? Me gusta mucho el libro de Iván Illich porque nos dice que cada época crea sus enfermedades, cada sociedad necesita enfermedades, La fiebre tifoidea en Londres en el siglo XIX, por ejemplo, cuando la gente hacía sus necesidades fisiológicas y las tiraba a la calle, En la Edad Media la peste negra mató la mitad de la población europea: habían matado a todos los gatos, y no había defensas contra las ratas.

Amparo Arango: Los laboratorios farmacéuticos dan asco, y no quieren saber de las posibilidades de sanar a través del amor.

Jorge Gómez: Los laboratorios son los que patrocinan la formación médica. Y así definen cómo educar. Por eso los médicos no nos hacemos preguntas. Y está tan bien diseñado el sistema de propaganda que le hace creer al médico que está realizando un buen ejercicio, pero recibe bonos para viajes o congresos por la prescripción. Por eso enseñan la vida fragmentada, unos para cabeza y cuello, otros para otras partes. Más allá del amor y de la humanización está la posibilidad de utilizar un cerebro que ha evolucionado. No estamos conectando el cerebro con el corazón. Si queremos llegar a un cambio, debe ser desde la base de la educación, incluso preescolar. Y no solo la educación. Estamos en un mundo donde producir miedo genera beneficios. Si usted no se cuida le va a dar osteoporosis y se va a partir, pero yo le tengo este calcio. Le vendí un miedo pero le tengo la salvación. Como un sacerdote que le vende un miedo para ofrecerle la Cruz del Gólgota. Debemos llegar a un punto en el que podamos ver desde la física, desde la interrelación que es la vida, es desde lo simple, desde nuestra propia casa, que los hijos y la gente sepa que hay una forma más simple de ver la vida. Salir a insultar al sistema le conviene al sistema. Hay que crear una fisura pero adentro, desde la base. Que los niños aprendan que la salud es un instinto, que la medicina la hace cualquiera, pero no cualquiera hace salud. Si vamos a esperar que los médicos cambien, esto va a seguir así.

Francisco Lopera: Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué alguien demanda un médico? Eso siempre ha existido. Siempre ha habido Biopoder. Siempre ha habido un interés de un individuo por manejar un poder. Eso no empezó hace 200 años, es mucho más antiguo. Siempre ha habido chamanes, jaibanás, sanadores, y ellos tienen un poder. Puede que alguien tenga capacidad sanadora y no utilice o no se aproveche del Biopoder para subyugar a los demás. Cada uno aprovecha lo que tiene a la mano. Unos pueden venir acá a tratar de aprender cómo ganar millones con este encuentro de saberes, otros se interrogan acerca de cómo hacerse más amoroso con los pacientes, y en ambos está el mismo meollo, el Biopoder.

Paula Molina: ¿Qué pasó entonces con los que no somos médicos y perdimos la conciencia y nos dejamos lavar el cerebro por la industria farmacéutica? Para ella nos volvimos un objetivo de mercadeo, ¿qué pasó en la mente de nosotros que no caemos en cuenta de eso? Nos trabajan con el miedo, con la vacuna por ejemplo. Pero, ¿qué pasa en la cabeza que permite que el miedo trabaje? Y la educación es aun más grave, la están impartiendo gentes que fueron formadas en los esquemas antiguos que no conocen las necesidades emocionales y psicológicas de los niños de ahora. Si la clave está en la educación, más se complican las cosas porque la educación en nuestro país no está preparada para lo que está sucediendo. A una amiga le pasó que salió deprimida de una cita de 30 minutos con el psiquiatra porque el diagnóstico fue de Trastorno Afectivo Bipolar. Y ella le creyó, aunque ella es la que sabe la historia de su vida y cómo se siente. Pero él tiene el título.

David Rodríguez: La clave es uno ser responsable de sí mismo. Por no serlo me influencian tantas cosas y termino solo reaccionando. El ser debe ser escuchado, pero hasta qué punto cada quien está trabajando en ello.

Fernando Calle: La problemática debe situarse en dos coordenadas. Una es la humanidad. Uno debe saber que existen sistemas de manipulación y sistemas educativos que lo refuerzan. La falta de conciencia de eso, me hace presa fácil de dominación. Si uno no es consciente de eso termina preso en redes colectivas. Debemos pensar homogéneamente, nos uniformizan, con personas de la misma edad, los objetivos del sistema son iguales para todos. ¿Cómo proponer un sistema educativo que realmente revolucione la educación y la forma de pensar, el sujeto y el sujeto en la sociedad? La segunda es el autocuidado. ¿Cómo lograrlo?  En los mayas la relación con la muerte era de bienaventuranza: Yo muero para renacer. La enfermedad se puede ver como una exigencia de recapacitación, de auto reconocimiento y transformación, un llamado a viabilizar en una nueva dirección la propia existencia. Si en lugar de buscar el diagnóstico se busca la causa de la enfermedad, el qué es lo que pasa y qué pasa en el medio, el paciente se puede auto encontrar.

Mauricio Maldonado: Lo primero es “No hacer daño”. ¿Cómo comprendemos la vida? El sistema educativo es parte del problema porque nosotros pensamos como nos han enseñado a pensar.  Nos enseñaron que si algo no se puede medir o pesar, no lo debemos creer. Hay médico del cuerpo, médico de la mente y médico del alma, porque así se diseñó desde la física de Newton, con un pensamiento lineal. Por eso vemos al humano en forma fragmentada, no holística. La mayor parte de las enfermedades vienen de lo que pensamos y de lo que sentimos. La manifestación física es una consecuencia final de ese proceso. Practicamos una medicina newtoniana, mecanicista. Por eso es difícil romper esos esquemas mentales. Hay que entender qué es la vida para poder ayudar a las personas. Una cosa es saber y otra es el poder hacer. La medicina de auto regulación enseña que lo primero que hay que hacer es un cambio de consciencia. Por eso somos solos, somos pocos y nadando contra la corriente.

Beatriz Gómez: Quisiera que consideráramos la parte lingüística, el nombrar fija, da el poder para hacer lo que se es nombrado. “Medicina” viene de mediar, mediar el cuidado. Si nos seguimos nombrando médicos seguiremos siendo mediadores en el cuidado de los otros. Ese cuidado da poder al médico. De esa manera, la vida seguirá siendo medicalizada. Si queremos cambiar deberíamos empezar por la etimología de las palabras. Vamos a seguir siendo médicos si no soltamos ese nombre. “Enfermedad” es perder la forma. Nos enseñaron a recuperar la forma que el individuo ha perdido. Así, es difícil reconocer que la enfermedad venga de la psique, de lo emocional. La medicina bioenergética sigue en el mismo paradigma materialista y positivista  de la medicina alopática. Es igual: laboratorios vendiéndonos las agüitas y las yerbitas, y el médico sigue siendo recetador de eso, la industria también crece por este otro lado. Y si imponemos las manos pasa lo mismo: alguien que tiene el poder para mover la energía en el otro y para mover los chacras.

Jorge  Gómez: Si el médico tiene esa dificultad, la “enfermera” peor. Ese nombre debe ser cambiado.

Beatriz Gómez: Mi idea es que en este espacio tan maravilloso podamos cambiar el lenguaje. “Trabajo” viene de tortura. Me pagan porque me torturo o me torturan, dependiendo de si tengo o no un patrón. Si queremos pasar de médicos a sanadores, empecemos por entender las palabras. Qué diferencia hay entre los dos, y entre la medicina y el arte de sanar. Debemos ir a la raíz de las palabras.

Marcela Vélez: la enfermedad es primero en la mente y luego en el cuerpo. Y como borregos nos comportamos tomando todos los remedios que nos mandan. La gente no despierta, no reaccionamos, tanto en política como en medicina. Los que somos diferentes estamos expuestos a que nos señalen o nos callen.

Juan Raúl Navarro: No solo hay que sanar la salud y humanizar la medicina sino humanizar la humanidad. El 90% de la humanidad malvive, sin acceso al conocimiento o a la crítica y sin replantearse críticamente eso de comportarse como borrego tomando una aspirina diaria. El control demográfico es políticamente incorrecto porque mientras más conejos haya propagándose más cuido se va a vender. Y si la humanidad sigue creciendo a los actuales índices, no es viable. Debería haber una labor educativa desde la misma medicina a la población. ¿En verdad puedo tener un hijo con una vida humanizada y saludable? A la sociedad de consumo le interesa ese crecimiento demográfico desordenado porque eso es enriquecimiento inmediato. Hay que “concebir” una vida saludable, es decir, desde la misma concepción. En nuestros países no hay un trabajo coherente al respecto.

Amparo Arango: lo que tiene el paciente se relaciona siempre con algo que tiene por allá escondido, y hay que ayudarlo a encontrarlo. ¿Por qué estas dificultades, por qué esta pobreza? El terapeuta debe comprometerse al respecto.

John Bohórquez: Es inevitable no alegrarse del resultado de reunir a la gente a conversar de estos temas. El subtítulo del libro Nemesis medica es claro: “La expropiación de la salud”. Se adueñaron de ella, de la vida, de ese todo que es la fluctuación del equilibrio al desequilibrio. No hay enfermedad aparte y salud aparte, la vida por acá y la salud por allá, hasta la muerte es una expresión de la vida, no hay economía y política aparte, la política es la punta del iceberg de la economía, no hay nada más cercano a la política que la medicina, por eso Virchow dijo: “La política es medicina a gran escala”. Pero la sociedad modelada por la ciencia en que vivimos nos enseñó a separar todo, a analizar, y cuando uno analiza se enreda. Es mejor hacer síntesis, que empieza a fluir con estos encuentros. Los escolásticos decían: “Mathematicus purus, asnus purus”. Por eso, Letamendi dijo que “el que solo medicina sabe, ni medicina sabe”. Tiene mucha razón Beatriz: en el lenguaje hay una gran esperanza para la humanidad. Preguntémonos: ¿Qué nos hace humanos? Con él tenemos más posibilidades de humanizar y de ser terapéuticos, de que la sociedad sea terapéutica, como debe serlo. La sociedad debe organizarse para que la salud sea posible. “Terapia” viene del griego therapy que significa servicio. ¡Un terapeuta es un servidor! Un médico es otra cosa. Terapia no es técnica. “Paciente” viene de in-firmus, sin firmeza. “Medicina” viene del griego medomai que significa cuidar con sabiduría. Uno puede cuidar con sabiduría o al sano para que se mantenga sano o al enfermo para que se recupere. Y Avicena, hace mil años, nos enseñó que “La medicina es el arte de mantener sano al ser humano y, eventualmente, curar la enfermedad ocurrida en el cuerpo”. En la historia prevaleció la visión griega, no la de Avicena. Por concebirla principalmente como una técnica, no como servicio, la medicina se convirtió siempre en Biopoder (el “poder de la vida”). Pero cuando se habla de medicalización no se habla del poder de la vida sino del poder de esa cosa que en la sociedad se adueñó de la salud, de la vida, de la manera en que todos debemos vivir. Por eso, es peligrosa para la salud y para la vida. Debemos insistir en esos cambios lingüísticos y en combatir la desesperanza y la sensación de impotencia o de aislamiento, que se puede superar con encuentros como este porque reúne gente sintonizada con lo mismo.

Jorge Gómez: “Patología” es algo que se conmociona, que se conmueve. Por eso, la medicina nos enseñó que la patología es algo dañino. Pero, ¡qué tal que nos conmoviéramos! Cuando hablamos de “salud” debemos interrogarnos: ¿la salud de quién? ¿La enfermedad de quién? Si pensáramos en cuánta historia hay detrás de cada ser que nos llega, de cada dolor, de cada cuadro, entenderíamos que lo más fácil es medicalizar.  Si 10 personas vienen con cifras de presión arterial elevada a todos les prescribimos Losartan. ¿Cuál ejercicio médico hay ahí? Ahí, solo se ve un ejercicio mercantilista. Y si no le mando Losartan sino ajo, ¿qué cambio hice? Si detrás de este paciente hay un duelo por la muerte reciente de su esposa, detrás de aquel una hipertensión de bata blanca, eso haría una diferencia. Hay que captar esa diferencia en cada uno. Mientras intentemos cambiar el sistema vamos a encontrar que hay personas que no están buscando que las metan en el mundo de la “salud” sino que esperan ser escuchados y valorados, que se sepamos que existen. Me pregunto: ¿cuándo empieza la consulta médica, cuando entra el paciente? ¿O desde que le contaron y tiene una esperanza? El paciente está buscando quién lo escuche, no quien lo cure, es el primer rebelde del sistema.

Juan Raúl Navarro: El paciente pregunta ¿qué tengo? Y el médico es tan ignorante que le responde qué tiene y qué necesita. En lugar de comenzar por la pregunta simple: ¿cuénteme qué tiene? Debería acompañarlo en descubrir cuál es su dolencia, su padecimiento. Si no hay humanidad, el proceso está viciado.

Francisco Lopera: Con consultas de 15 minutos es muy complicado preguntarle al paciente ¿qué tiene? La gente siempre da muchas vueltas y nunca dice qué siente. El paciente sale del consultorio mal pero contento porque ya no es “Clotilde” sino “Clotilde la hipertensa”. Ese apellido “científico” da renombre. Hay una demanda que permite identificación. Y si la gente viene masivamente a solicitarlo, aparece una oportunidad de negocios. La mejor pregunta no es ¿qué hacemos? Sino ¿qué hago? Para no esconder la responsabilidad de cada uno. Estar enfermo es estar sanando, es despojarse de muchas envolturas y transformarse. La gran responsabilidad es ¿qué hago yo para ser feliz? El médico no debe hacer acompaña-miento sino acompaña-cierto. Se trata de eso, de acompañar, la naturaleza es la que está haciendo la labor.

Mauricio Sánchez: Voy a hacer de abogado del diablo. Hay cosas que se salen de la lógica de la medicina y de la sanación, por las que se ganó Iván Illich, al describirlas,  el título de “Padre de la Antimedicina”. La modernidad y el desarrollo tienen muchas cosas malas pero tiene también muchas buenas. Foucault insistía en que había muchas cosas desconocidas. La expectativa de vida antes del siglo XVIII era de 30 años porque la medicina era muy precaria. Pero van apenas 200 años de desarrollo de la ciencia y de la técnica. Algunas personas dicen: ¡Qué rico el Renacimiento! Pero nadie hoy sabe cómo era vivir sin luz, sin teléfono, sin muchas cosas que hoy tenemos. Si había una fractura había que cortarla o morirse de la infección. No todo en la modernidad es malo. Hoy la expectativa de vida es de 70 – 78 años.

John Bohórquez: El error sería atribuir solo a la medicina el aumento de la longevidad. El aumento de la calidad de vida y de la expectativa de vida no se debe solo a la medicina que conocemos sino que la sociedad en su conjunto tiene un montón de cosas que hacen que la calidad de vida aumente.

Mauricio Sánchez: En un caso de huelga de médicos en Irlanda, por ejemplo, se  murió menos gente de la habitual. Por eso, Foucault insiste en que no se puede satanizar algo que le ha traido beneficios indudables a la humanidad. No nos podemos convertir en enemigos del desarrollo científico. Muy acertadamente hemos detectado una falla y queremos llegar a su origen.

Sandra Ortiz: No se puede descalificar la medicina como tal. Es tan válida la medicina indígena como la oriental. El problema es el uso de ellas y la falta de empoderamiento del paciente, independientemente de la medicina aplicada. Por ejemplo en el grupo de inmunodeficiencias primarias donde he trabajado, en el que se pueden hacer ya diagnósticos de defectos del sistema inmune, con posibilidades de reemplazos de anticuerpos o de citoquinas, posibilidades que pueden permitir sobrevida mayor y mejor calidad de vida a muchos niños, eso no se puede desconocer. 

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