SEGUNDO CONVERSATORIO – SEMINARIO
PERMANENTE
1 NOVIEMBRE 2012 – SAO PAULO
Participantes:
Rocío Arango – Sandra Ortiz –
Diana Valencia – Francisco Lopera – Beatriz Gómez – María Elena Suazo (Chile) –
Rafael Lozada – Carmen Otero – Amparo Arango – Fernando Calle – David Rodríguez
– John Bohórquez – Marcela Vélez – Mauricio Maldonado (Ecuador) – Mauricio
Sánchez – Juan Raúl Navarro – Paula Molina – Jorge Gómez – Margarita Bernal
– Elkin Molina
Primer tema:
Medicalización de la vida y de la sociedad: John Bohórquez
Referencias: ¿Deshumanización en medicina? Alteridad o beneficio – La
fabricación de nuevas patologías –
Frase del libro “El estado oculto
de la salud”: “Sería por ello muy conveniente tomar conciencia de las
diferencias existentes entre la medicina científica y el verdadero arte de
curar” (Gadamer)
Si eso es así, ¿por qué vamos al
médico?, ¿cómo lograr sanación?, ¿a quién hay que acudir para que pueda haber
sanación?, ¿qué posibilidades tengo yo mismo de ejercer un proceso autosanador?
O qué tanto puede hacer una alternativa como la bioenergética, la medicina
china o cualquier otra para lograr sanación. O qué tanto se puede hacer desde
el psicoanálisis y desde la psicología.
Les quiero mencionar un texto muy
bello que se llama “Knock o el triunfo de la medicina” de Jules Romains en el
que se cuenta la historia de un médico joven, lleno de ímpetu, que llega a un
pueblo a reemplazar a un médico viejito que ya se va jubilado. Cuando el
viejito decide regresar de visita un año más tarde encuentra que toda la
población ya es paciente de Knock, el joven médico, algo que él nunca había
podido lograr, Knock ya estaba millonario, ya medio pueblo era un hospital y
toda la gente acudía donde él para tratamientos. Logró convencer a todo el
mundo de que estaba enfermo.
Por eso, nos enseñaron en la
facultad de medicina: “No hay gente sana sino mal estudiada”. Si busca, algo va
a encontrar. Y nos enseñaron una cosa peor, de la semiología francesa del siglo
XIX: “Hay que decirle siempre al paciente que está grave. Si muere, se
demostrará tu acierto y si mejora, quedarás como un rey”. Por cualquier lado
gana el médico. No el paciente. Así nos insistieron en el proceso formativo. Gadamer
dijo otra cosa muy importante en este libro: “En el gran aparato de nuestra
civilización todos somos pacientes”.
Todo esto para demostrar que la
vida está medicalizada. La medicalización surgió en la historia de la humanidad
hace apenas 200 años. No es por la Ley 100 de 1993 en Colombia que tenemos
medicalización, no. Desde el siglo XVIII surgieron los procesos de
industrialización, del capitalismo y las teorías democráticas. Hasta hace 200
años la vida no estaba medicalizada. Hoy la vida es inconcebible sin
medicalización.
Yo te pregunto por ejemplo: ¿Por
qué no te haz hecho sacar las mamas? ¿O los ovarios? ¿Cómo es que no la haz
hecho si ya hay estudios científicos que demuestran que si te los sacas no te
va a dar cáncer de mama ni de ovario? ¿Por qué eres tan poco preventiva?
“¿Por qué no te matas para que no
te mueras?” (Fernando Calle)
“No hay gente enferma. Hay gente
sin conciencia” (Amparo Arango)
Yo te pregunto: ¿Alguien tiene
hijas entre los 9 y los 15 años? ¿Ya le aplicaste Cervarix o Gardasil? ¿Pero
cómo que no? ¡Qué imprudencia la tuya! ¡Si esa es la vacuna que impedirá que en
el futuro le de a tu hija cáncer de cuello uterino! ¡Pero cómo no se la vas a
aplicar! ¡300.000 pesos cada mes hasta ajustar tres dosis y listo! El Estado
colombiano lo tiene en su plan y lo está regalando en los colegios. ¡Muy responsable!
Yo te pregunto: ¿Está tomando
Truvada? Si lo tomas, puedes acostarte con una persona con SIDA y no se te
pega. ¡Todos deberíamos estar tomándolo! ¡Porque uno no sabe! ¡Qué maravilla!
¡La ciencia produciendo derroche de conocimiento!
Yo te pregunto: ¿No estás tomando
Calcio? Consuelo Luzardo aparece en televisión diciendo que si se lo hubieran
dicho a los 30 años hoy no tendría osteoporosis. En la televisión te darás
cuenta que más o menos el 70% de los comerciales ofrecidos tienen que ver con
medicamentos o con productos “para la salud” o para el aseo, para todo lo que
tiene que ver con el cuerpo. Allí aparece la Federación Médica Colombiana
aprobando toda clase de productos enriquecidos. La vida está medicalizada. ¡Por
donde tú andes! ¡Cómo es que no te haz hecho nada de esas cosas y andas por la
vida tan tranquilo!
El peligro de ese tipo de
publicidad y de la manera como se está haciendo la medicina es que nos están
haciendo creer que sin medicina no vamos a llegar ni a los 50 años de edad. Y
que si llegamos, va a ser con
osteoporosis, con cáncer y otro montón de cosas. Ese es el peligro de la
medicalización. Aparentemente no es un fenómeno tan riesgoso. Pero si lo miras
en detalle encontrarás que sí lo es porque te va a llevar a conclusiones
terribles. Como por ejemplo, si vas al ginecólogo: “Yo te puedo sacar los
ovarios y no te va a dar cáncer allí”. Y tu medicalizada vas a decir: “Uy
doctor qué belleza, qué época tan maravillosa la que me tocó vivir”.
La industria moderna nos quiere
así: El papá, el señor de la familia, ya está un poquito más débil, pero ahí
tenemos Sildenafil, Viagra, Cialix, Vardenafil, Uprima… La señora ya está un
poquito aburrida, desencantada, deprimida. Ahí tenemos Fluoxetina. ¿El niño
está muy travieso? ¡Tenemos Ritalina! Toda la familia debidamente medicalizada.
Y si tus adolescentes ya empezaron la vida sexual, ¡no te preocupes! Ya tenemos
Anticonceptivos orales, inyectables. Y si se embarazó, ahí está el aborto, un
procedimiento para evitar todas esas complicaciones. La vida está medicalizada.
¡Y qué tal que habláramos de
psiquiatría! Si estás un poquito alterada porque la vida anda un poco agitada,
vas donde el psiquiatra y él te va a decir: “Tienes un trastorno afectivo
bipolar, no te preocupes”. Y ahí están un montón de medicamentos. ¡Qué rico
escuchar a un paciente contando a su psiquiatra su historia para que este
llegue a la conclusión de que tiene una cosa de esas! Debe ser algo fascinante.
Por eso, un autor colombiano de la talla de William Ospina dijo: “Es tan pobre
la percepción que tiene la psiquiatría del alma humana, que uno a veces está
tentado a sostener que lo que hace interesante a la psiquiatría es el
testimonio de sus enfermos”. Entonces al paciente se le ofrece una posibilidad
según la cual él no tiene que hacer ningún esfuerzo con los desafíos de su
vida, con las cosas que está viviendo, sino que sencillamente “Yo acá te tengo
la solución, basta con que tomes esto”. Fuimos tan afortunados que nos tocó una
época tan maravillosa, de tanta ciencia.
Es un peligro muy grande que la
vida esté medicalizada. Pretende hacerte depender de medicamentos, de la
medicina, del médico y de todo el aparato que está detrás.
Hay una cosa detrás del acto
médico que uno no puede evitar pensar que existe y es el mercado. ¿Quién
pudiera negarlo? Está diseñado por la industria. La industria necesita algunas
cosas para que el mercado pueda funcionar y una de ellas es la medicalización.
Sin ella, no hay mercado. Si estás asustado, lleno de miedo, te pones en
bandeja de plata. Si no tuvieras miedo, la medicalización tendría un freno. El
mercado requiere utilizar también la autoridad del médico. El médico tiene una
autoridad sobre el paciente, que se la concede el mismo paciente, no el Estado.
Uno cuando hace preguntas demuestra un espíritu autocrítico, demuestra que no
sabe, es un acto de humildad. Por eso, el buen estudiante se distingue por sus
preguntas. Cuando un paciente llega con preguntas, en un acto de humildad dice
“no sé que tengo”, y al reconocer esa ignorancia concede una autoridad a
alguien que supuestamente “sabe”. Es fundamental para el mercado que el médico
tenga esa autoridad. ¿Por qué? Una vez que el médico mande eso, usted no tiene
pérdida. ¿Usted qué va a decir en su casa cuando llegue con ese medicamento?
“Me lo mandó el doctor”. “Pero si lo dijo el médico. Él me dijo que le diera a
la niña Truvada para que no se le vaya a pegar el SIDA, que le aplicara a la
niña el Gardasil para que no le vaya a dar dentro de 25 años el cáncer de
cuello uterino, para desarrollar suficientes inmunoglobulinas para enfrentar
ese virus malvado del papiloma humano y que así no surgirá el cáncer”. El
mercado requiere todo eso y requiere también que el Estado lo tutele. La
industria crea la demanda y después pone al Estado a que tutele la necesidad
creada. Logró por ejemplo, que el Estado colombiano la incluya en sus planes de
vacunación y la esté aplicando ya gratuitamente en los colegios. Para las niñas
y las familias es gratis, pero ya fue pagado con los recursos de todos
nosotros. Ya la industria hizo el negocio, se lo ofreció al Estado y este dijo:
“¡Como la gente tiene derecho a la salud!” ¡Están haciendo tremendo negocio con
nosotros!
Conversación
Fernando Calle: El discurso
médico nos quiere convencer que las mejores condiciones de vida se deben al
progreso de la medicina. La esperanza de vida ha aumentado en los últimos 50
años de 45 a 70 años. Pero, ¿qué está de por medio? Me gusta mucho el libro de
Iván Illich porque nos dice que cada época crea sus enfermedades, cada sociedad
necesita enfermedades, La fiebre tifoidea en Londres en el siglo XIX, por
ejemplo, cuando la gente hacía sus necesidades fisiológicas y las tiraba a la
calle, En la Edad Media la peste negra mató la mitad de la población europea:
habían matado a todos los gatos, y no había defensas contra las ratas.
Amparo Arango: Los laboratorios
farmacéuticos dan asco, y no quieren saber de las posibilidades de sanar a
través del amor.
Jorge Gómez: Los laboratorios son
los que patrocinan la formación médica. Y así definen cómo educar. Por eso los
médicos no nos hacemos preguntas. Y está tan bien diseñado el sistema de
propaganda que le hace creer al médico que está realizando un buen ejercicio,
pero recibe bonos para viajes o congresos por la prescripción. Por eso enseñan
la vida fragmentada, unos para cabeza y cuello, otros para otras partes. Más
allá del amor y de la humanización está la posibilidad de utilizar un cerebro
que ha evolucionado. No estamos conectando el cerebro con el corazón. Si
queremos llegar a un cambio, debe ser desde la base de la educación, incluso
preescolar. Y no solo la educación. Estamos en un mundo donde producir miedo
genera beneficios. Si usted no se cuida le va a dar osteoporosis y se va a
partir, pero yo le tengo este calcio. Le vendí un miedo pero le tengo la
salvación. Como un sacerdote que le vende un miedo para ofrecerle la Cruz del
Gólgota. Debemos llegar a un punto en el que podamos ver desde la física, desde
la interrelación que es la vida, es desde lo simple, desde nuestra propia casa,
que los hijos y la gente sepa que hay una forma más simple de ver la vida.
Salir a insultar al sistema le conviene al sistema. Hay que crear una fisura
pero adentro, desde la base. Que los niños aprendan que la salud es un
instinto, que la medicina la hace cualquiera, pero no cualquiera hace salud. Si
vamos a esperar que los médicos cambien, esto va a seguir así.
Francisco Lopera: Entonces,
¿dónde está el problema? ¿Por qué alguien demanda un médico? Eso siempre ha
existido. Siempre ha habido Biopoder. Siempre ha habido un interés de un
individuo por manejar un poder. Eso no empezó hace 200 años, es mucho más
antiguo. Siempre ha habido chamanes, jaibanás, sanadores, y ellos tienen un
poder. Puede que alguien tenga capacidad sanadora y no utilice o no se
aproveche del Biopoder para subyugar a los demás. Cada uno aprovecha lo que
tiene a la mano. Unos pueden venir acá a tratar de aprender cómo ganar millones
con este encuentro de saberes, otros se interrogan acerca de cómo hacerse más
amoroso con los pacientes, y en ambos está el mismo meollo, el Biopoder.
Paula Molina: ¿Qué pasó entonces
con los que no somos médicos y perdimos la conciencia y nos dejamos lavar el
cerebro por la industria farmacéutica? Para ella nos volvimos un objetivo de
mercadeo, ¿qué pasó en la mente de nosotros que no caemos en cuenta de eso? Nos
trabajan con el miedo, con la vacuna por ejemplo. Pero, ¿qué pasa en la cabeza
que permite que el miedo trabaje? Y la educación es aun más grave, la están
impartiendo gentes que fueron formadas en los esquemas antiguos que no conocen
las necesidades emocionales y psicológicas de los niños de ahora. Si la clave
está en la educación, más se complican las cosas porque la educación en nuestro
país no está preparada para lo que está sucediendo. A una amiga le pasó que
salió deprimida de una cita de 30 minutos con el psiquiatra porque el
diagnóstico fue de Trastorno Afectivo Bipolar. Y ella le creyó, aunque ella es
la que sabe la historia de su vida y cómo se siente. Pero él tiene el título.
David Rodríguez: La clave es uno
ser responsable de sí mismo. Por no serlo me influencian tantas cosas y termino
solo reaccionando. El ser debe ser escuchado, pero hasta qué punto cada quien
está trabajando en ello.
Fernando Calle: La problemática
debe situarse en dos coordenadas. Una es la humanidad. Uno debe saber que
existen sistemas de manipulación y sistemas educativos que lo refuerzan. La
falta de conciencia de eso, me hace presa fácil de dominación. Si uno no es
consciente de eso termina preso en redes colectivas. Debemos pensar homogéneamente,
nos uniformizan, con personas de la misma edad, los objetivos del sistema son
iguales para todos. ¿Cómo proponer un sistema educativo que realmente
revolucione la educación y la forma de pensar, el sujeto y el sujeto en la
sociedad? La segunda es el autocuidado. ¿Cómo lograrlo? En los mayas la relación con la muerte era de
bienaventuranza: Yo muero para renacer. La enfermedad se puede ver como una
exigencia de recapacitación, de auto reconocimiento y transformación, un
llamado a viabilizar en una nueva dirección la propia existencia. Si en lugar
de buscar el diagnóstico se busca la causa de la enfermedad, el qué es lo que
pasa y qué pasa en el medio, el paciente se puede auto encontrar.
Mauricio Maldonado: Lo primero es
“No hacer daño”. ¿Cómo comprendemos la vida? El sistema educativo es parte del
problema porque nosotros pensamos como nos han enseñado a pensar. Nos enseñaron que si algo no se puede medir o
pesar, no lo debemos creer. Hay médico del cuerpo, médico de la mente y médico
del alma, porque así se diseñó desde la física de Newton, con un pensamiento
lineal. Por eso vemos al humano en forma fragmentada, no holística. La mayor
parte de las enfermedades vienen de lo que pensamos y de lo que sentimos. La
manifestación física es una consecuencia final de ese proceso. Practicamos una
medicina newtoniana, mecanicista. Por eso es difícil romper esos esquemas
mentales. Hay que entender qué es la vida para poder ayudar a las personas. Una
cosa es saber y otra es el poder hacer. La medicina de auto regulación enseña
que lo primero que hay que hacer es un cambio de consciencia. Por eso somos
solos, somos pocos y nadando contra la corriente.
Beatriz Gómez: Quisiera que
consideráramos la parte lingüística, el nombrar fija, da el poder para hacer lo
que se es nombrado. “Medicina” viene de mediar, mediar el cuidado. Si nos
seguimos nombrando médicos seguiremos siendo mediadores en el cuidado de los
otros. Ese cuidado da poder al médico. De esa manera, la vida seguirá siendo
medicalizada. Si queremos cambiar deberíamos empezar por la etimología de las
palabras. Vamos a seguir siendo médicos si no soltamos ese nombre. “Enfermedad”
es perder la forma. Nos enseñaron a recuperar la forma que el individuo ha
perdido. Así, es difícil reconocer que la enfermedad venga de la psique, de lo
emocional. La medicina bioenergética sigue en el mismo paradigma materialista y
positivista de la medicina alopática. Es
igual: laboratorios vendiéndonos las agüitas y las yerbitas, y el médico sigue
siendo recetador de eso, la industria también crece por este otro lado. Y si
imponemos las manos pasa lo mismo: alguien que tiene el poder para mover la
energía en el otro y para mover los chacras.
Jorge Gómez: Si el médico tiene esa dificultad, la
“enfermera” peor. Ese nombre debe ser cambiado.
Beatriz Gómez: Mi idea es que en
este espacio tan maravilloso podamos cambiar el lenguaje. “Trabajo” viene de
tortura. Me pagan porque me torturo o me torturan, dependiendo de si tengo o no
un patrón. Si queremos pasar de médicos a sanadores, empecemos por entender las
palabras. Qué diferencia hay entre los dos, y entre la medicina y el arte de
sanar. Debemos ir a la raíz de las palabras.
Marcela Vélez: la enfermedad es
primero en la mente y luego en el cuerpo. Y como borregos nos comportamos
tomando todos los remedios que nos mandan. La gente no despierta, no reaccionamos,
tanto en política como en medicina. Los que somos diferentes estamos expuestos
a que nos señalen o nos callen.
Juan Raúl Navarro: No solo hay
que sanar la salud y humanizar la medicina sino humanizar la humanidad. El 90%
de la humanidad malvive, sin acceso al conocimiento o a la crítica y sin
replantearse críticamente eso de comportarse como borrego tomando una aspirina
diaria. El control demográfico es políticamente incorrecto porque mientras más
conejos haya propagándose más cuido se va a vender. Y si la humanidad sigue
creciendo a los actuales índices, no es viable. Debería haber una labor
educativa desde la misma medicina a la población. ¿En verdad puedo tener un
hijo con una vida humanizada y saludable? A la sociedad de consumo le interesa
ese crecimiento demográfico desordenado porque eso es enriquecimiento
inmediato. Hay que “concebir” una vida saludable, es decir, desde la misma
concepción. En nuestros países no hay un trabajo coherente al respecto.
Amparo Arango: lo que tiene el
paciente se relaciona siempre con algo que tiene por allá escondido, y hay que
ayudarlo a encontrarlo. ¿Por qué estas dificultades, por qué esta pobreza? El
terapeuta debe comprometerse al respecto.
John Bohórquez: Es inevitable no
alegrarse del resultado de reunir a la gente a conversar de estos temas. El
subtítulo del libro Nemesis medica es claro: “La expropiación de la salud”. Se
adueñaron de ella, de la vida, de ese todo que es la fluctuación del equilibrio
al desequilibrio. No hay enfermedad aparte y salud aparte, la vida por acá y la
salud por allá, hasta la muerte es una expresión de la vida, no hay economía y
política aparte, la política es la punta del iceberg de la economía, no hay
nada más cercano a la política que la medicina, por eso Virchow dijo: “La
política es medicina a gran escala”. Pero la sociedad modelada por la ciencia
en que vivimos nos enseñó a separar todo, a analizar, y cuando uno analiza se
enreda. Es mejor hacer síntesis, que empieza a fluir con estos encuentros. Los
escolásticos decían: “Mathematicus purus,
asnus purus”. Por eso, Letamendi dijo que “el que solo medicina sabe, ni
medicina sabe”. Tiene mucha razón Beatriz: en el lenguaje hay una gran
esperanza para la humanidad. Preguntémonos: ¿Qué nos hace humanos? Con él
tenemos más posibilidades de humanizar y de ser terapéuticos, de que la
sociedad sea terapéutica, como debe serlo. La sociedad debe organizarse para
que la salud sea posible. “Terapia” viene del griego therapy que significa servicio. ¡Un terapeuta es un servidor! Un
médico es otra cosa. Terapia no es técnica. “Paciente” viene de in-firmus, sin firmeza. “Medicina” viene
del griego medomai que significa
cuidar con sabiduría. Uno puede cuidar con sabiduría o al sano para que se
mantenga sano o al enfermo para que se recupere. Y Avicena, hace mil años, nos
enseñó que “La medicina es el arte de mantener sano al ser humano y,
eventualmente, curar la enfermedad ocurrida en el cuerpo”. En la historia
prevaleció la visión griega, no la de Avicena. Por concebirla principalmente
como una técnica, no como servicio, la medicina se convirtió siempre en
Biopoder (el “poder de la vida”). Pero cuando se habla de medicalización no se
habla del poder de la vida sino del poder de esa cosa que en la sociedad se
adueñó de la salud, de la vida, de la manera en que todos debemos vivir. Por
eso, es peligrosa para la salud y para la vida. Debemos insistir en esos
cambios lingüísticos y en combatir la desesperanza y la sensación de impotencia
o de aislamiento, que se puede superar con encuentros como este porque reúne
gente sintonizada con lo mismo.
Jorge Gómez: “Patología” es algo
que se conmociona, que se conmueve. Por eso, la medicina nos enseñó que la
patología es algo dañino. Pero, ¡qué tal que nos conmoviéramos! Cuando hablamos
de “salud” debemos interrogarnos: ¿la salud de quién? ¿La enfermedad de quién?
Si pensáramos en cuánta historia hay detrás de cada ser que nos llega, de cada
dolor, de cada cuadro, entenderíamos que lo más fácil es medicalizar. Si 10 personas vienen con cifras de presión
arterial elevada a todos les prescribimos Losartan. ¿Cuál ejercicio médico hay
ahí? Ahí, solo se ve un ejercicio mercantilista. Y si no le mando Losartan sino
ajo, ¿qué cambio hice? Si detrás de este paciente hay un duelo por la muerte
reciente de su esposa, detrás de aquel una hipertensión de bata blanca, eso
haría una diferencia. Hay que captar esa diferencia en cada uno. Mientras
intentemos cambiar el sistema vamos a encontrar que hay personas que no están buscando
que las metan en el mundo de la “salud” sino que esperan ser escuchados y
valorados, que se sepamos que existen. Me pregunto: ¿cuándo empieza la consulta
médica, cuando entra el paciente? ¿O desde que le contaron y tiene una
esperanza? El paciente está buscando quién lo escuche, no quien lo cure, es el
primer rebelde del sistema.
Juan Raúl Navarro: El paciente
pregunta ¿qué tengo? Y el médico es tan ignorante que le responde qué tiene y
qué necesita. En lugar de comenzar por la pregunta simple: ¿cuénteme qué tiene?
Debería acompañarlo en descubrir cuál es su dolencia, su padecimiento. Si no
hay humanidad, el proceso está viciado.
Francisco Lopera: Con consultas
de 15 minutos es muy complicado preguntarle al paciente ¿qué tiene? La gente
siempre da muchas vueltas y nunca dice qué siente. El paciente sale del
consultorio mal pero contento porque ya no es “Clotilde” sino “Clotilde la
hipertensa”. Ese apellido “científico” da renombre. Hay una demanda que permite
identificación. Y si la gente viene masivamente a solicitarlo, aparece una
oportunidad de negocios. La mejor pregunta no es ¿qué hacemos? Sino ¿qué hago?
Para no esconder la responsabilidad de cada uno. Estar enfermo es estar
sanando, es despojarse de muchas envolturas y transformarse. La gran responsabilidad
es ¿qué hago yo para ser feliz? El médico no debe hacer acompaña-miento sino
acompaña-cierto. Se trata de eso, de acompañar, la naturaleza es la que está
haciendo la labor.
Mauricio Sánchez: Voy a hacer de
abogado del diablo. Hay cosas que se salen de la lógica de la medicina y de la
sanación, por las que se ganó Iván Illich, al describirlas, el título de “Padre de la Antimedicina”. La
modernidad y el desarrollo tienen muchas cosas malas pero tiene también muchas
buenas. Foucault insistía en que había muchas cosas desconocidas. La
expectativa de vida antes del siglo XVIII era de 30 años porque la medicina era
muy precaria. Pero van apenas 200 años de desarrollo de la ciencia y de la
técnica. Algunas personas dicen: ¡Qué rico el Renacimiento! Pero nadie hoy sabe
cómo era vivir sin luz, sin teléfono, sin muchas cosas que hoy tenemos. Si
había una fractura había que cortarla o morirse de la infección. No todo en la
modernidad es malo. Hoy la expectativa de vida es de 70 – 78 años.
John Bohórquez: El error sería
atribuir solo a la medicina el aumento de la longevidad. El aumento de la
calidad de vida y de la expectativa de vida no se debe solo a la medicina que
conocemos sino que la sociedad en su conjunto tiene un montón de cosas que
hacen que la calidad de vida aumente.
Mauricio Sánchez: En un caso de
huelga de médicos en Irlanda, por ejemplo, se
murió menos gente de la habitual. Por eso, Foucault insiste en que no se
puede satanizar algo que le ha traido beneficios indudables a la humanidad. No
nos podemos convertir en enemigos del desarrollo científico. Muy acertadamente
hemos detectado una falla y queremos llegar a su origen.
Sandra Ortiz: No se puede
descalificar la medicina como tal. Es tan válida la medicina indígena como la
oriental. El problema es el uso de ellas y la falta de empoderamiento del
paciente, independientemente de la medicina aplicada. Por ejemplo en el grupo
de inmunodeficiencias primarias donde he trabajado, en el que se pueden hacer
ya diagnósticos de defectos del sistema inmune, con posibilidades de reemplazos
de anticuerpos o de citoquinas, posibilidades que pueden permitir sobrevida
mayor y mejor calidad de vida a muchos niños, eso no se puede desconocer.