Por:
Mauricio Sánchez
En primer lugar es preciso agradecer y sentirse
satisfechos por esta comunidad, por esta maravillosa realidad de la
inteligencia colectiva.
Nos hemos aplicado a ella ya durante dos años y los
frutos, en concordancia con nuestros objetivos, han sido alcanzar ya la mayoría
de edad kantiana, es decir, aprender a pensar por nosotros mismos.
Nuestro seminario permanente se ha rodeado de
personas con afán genuino, buscadores, no simplemente estudiantes, individuos
que promueven esa búsqueda constante en confrontación con la vida propia y en
dialogo permanente con otros autores e interlocutores.
Nos enfrentamos con dificultad y preocupación a un sistema de salud finito con una demanda
ciertamente infinita. Por esta razón, en términos económicos siempre estaremos
en desequilibrio. Los límites del sistema, que en primera instancia son
monetarios, cada vez están más en relación con la demanda infinita que ha
proveído la medicalización de todos los aspectos de nuestra vida. Sistema que
se encuentra además obnubilado por su inclusión en una maraña de conflictos
sociales que, aunque no le son ajenos, tampoco son de su competencia. A lo cual
se suma una gran cantidad de perversiones que subestiman, en principio, la autonomía
y la capacidad auto reparativa de los individuos. El mismo sistema que ofrece
un estado de seguridad crea, a su vez, una condición de dependencia.
¿Será que nuestro modelo alberga en su interior la
combinación seguridad-independencia teóricamente ideal?
No parece que esto fuera así. Requerimos un modelo
de seguridad que permita una autonomía real, pues su actual carácter limitado,
dirigista y controlador impiden el desarrollo del ideal. En esta contradicción
vemos florecer la crisis que hemos decidido enfrentar en la interacción anómala
entre la gente, sus selecciones vitales, sus relaciones consigo misma y las
instituciones que la rodean. A partir de este punto crítico hemos decidido
repensarnos para lograr autonomía e independencia en la búsqueda individual y
colectiva de los condicionantes del estado que llamamos saludable, y más allá
del ideal de una buena vida.
Nuestro seminario se ha acercado con cautela a una
maraña de propuestas, de conceptos y de verdades que nos ofrece el mundo llamado
científico, para contribuir en la transformación de conocimientos estáticos en
saberes dinámicos. Una actividad que corre el riesgo de la marginación, del
aislamiento y la segregación, después de evidenciar que no hay verdades, a lo
sumo ideas, proposiciones, hipótesis… muchas de ellas útiles, otras no, otras
francamente peligrosas.
En nuestra labor intelectual tenemos que desconfiar
en todo caso de dos actitudes tradicionales. La primera es presuponer la
extensión de todos los mecanismos a través del tiempo, es decir, la repetición
perpetua. La segunda es pensar que todo pasado fue mejor, ficción tradicional
moderna que nos enmarca en una previa “edad de oro”, congelando el conocimiento
y obligándonos simplemente a repetir.
El trabajo realizado nos sitúa como agentes de
búsqueda autónoma del conocimiento dinámico, aplicable, dejando de ser estudiantes obligados, para
convertirnos en buscadores afanosos del saber cómo necesidad vital.
Ahora bien.
¿Cómo debemos enfrentarnos a la realidad de nuestro sistema?
Para acceder de manera óptima a un sistema de salud
como el nuestro es fundamental la aplicación de un principio muy democrático,
este es la participación. Un asunto que involucre y responsabilice al individuo
en la consecución de un estado de salud. Debemos dejar de ser simplemente
“asegurados” y convertirnos en participes y gestores en la búsqueda y
entendimiento de la salud como fenómeno individual y colectivo.
Nuestro seminario ha sido pionero en la creación de
ese marco conceptual que ha de servir de base para el cuestionamiento de toda
la estructura y funcionamiento de un sistema con tantas corrupciones, porque
necesitamos reformar, reinventar, recrear nuestra manera de ver la salud, como una forma de vida y no como un bien de
consumo.
No es necesariamente oposición lo que hay que hacer,
pero el camino hacia la autonomía y el logro de un nivel de pensamiento que
permita una óptima toma de decisiones en torno al buen vivir nos conduce
inevitablemente al conocimiento, a la indagación de todos los teóricos que han
comprendido y analizado la cuestión.
¿Qué relación debemos entablar con el sistema?
La relación que se produce entre un sistema de salud
con enfoque mercantilista y un individuo autónomo y adecuadamente informado
debe ser, en consecuencia, estratégica. Y si no podemos hablar en términos
estrictos de derecho a la salud es porque no existe una línea divisoria entre
la buena y la mala salud. Es tal vez el
individuo y su conjunto quienes puedan dar valor al hecho de gozar de una buena
vida.
¿Estamos trabajando por la mejoría en la consecución
de un derecho?
Tenemos derecho a condiciones sociales e
individuales que favorezcan el buen vivir, tenemos derecho a una atención
oportuna y de calidad, pero el misterio de la salud va más allá de ser un
derecho y de necesitar legislación que lo apoye. Es una construcción individual
y colectiva que sobrepasa la relación con el sistema, con el estado y se vincula
de una manera más cercana con el gran milagro de la vida.
Ya
finalizando, detengámonos en el concepto del estado de salud, que desde el punto de vista global tiende a ser
superado por la existencia de medios de
salud, que son condiciones a favor del estado ideal, desde el punto de vista técnico y práctico. Sin dejar
de lado el asunto de la igualdad podemos decir que si establecemos con cierta
claridad nuestras necesidades con respecto a la noción básica tal vez tengamos
un marco de referencia.
¿Qué pretendemos hoy?
Este proyecto, que compromete la responsabilidad de
cada uno en sus propias opciones, tiene como gran ventaja la posibilidad de
permitir que todos nosotros atendamos nuestra preocupación real por el misterio
que nos convoca y sus derivas. Tal vez nos permita llegar a entender el vocablo
Aymará del buen vivir, permitiendo
que el silencio de la salud se mantenga y que entre todos procuremos una buena
vida, hecho individual y colectivo así como cultural, es decir político,
económico y social.
Para terminar, citemos a Mark Twain:
“Hay
gente que se priva de todas las cosas que se pueden comer, beber y fumar y que,
por cualquier causa, han adquirido mala reputación. Es el precio que pagan por
su salud. Y salud es todo lo que obtienen. ¡Qué extraño! Es como gastarte toda
tu fortuna en una vaca que no da leche”.
Palabras de cierre de actividades del año 2014 del Seminario permanente Re-Evolución de la Salud, a cargo de Mauricio Sánchez, conversador.
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