Por: Fernando Calle Valencia
Desde que Freud comenzó en la realización de las
aspiraciones medicas, recién entrado a la facultad de la Universidad de
Viena, se interesó por los problemas psicológicos, pero fue en un evento
extra-academico cuando se despertó la curiosidad por los fenómenos psíquicos,
desde el momento en que asistió al circo y presenciara un número de
hipnosis o mesmerismo. Es así como Ernest Jones ubica el momento mas temprano
del interés del creador del psicoanálisis por dicho campo. Una vez en la
facultad, tomó clases de psicología con el mas prestigioso filosofo[1] de la época en esa universidad,
Franz Brentano. Luego, en el año 1882 se entera por su amigo y mentor Joseph
Breuer de las afecciones histéricas, es aquel quien le habla del caso Anna O. o
Berta Papenheim y le ilustra sobre pormenores de la clínica neurológica, pues
aquel, diez años mayor que Freud tenía un largo recorrido en el ejercicio de la
medicina y la especialidad neurologica.
De ese modo es que el psicoanálisis interviene:
dando paso a la expresión de la subjetividad, permitiendo que el co-analizante
hable de la historia de sus síntomas, el contexto en el cual han tenido lugar y
lo que representan en su interpretación mas intima, del mismo modo que puede
hablar de aquello que hace parte de su carácter o ha alcanzado el rango de lo
salutífero, esto es, lo que adquiere expresión en posiciones frente a la vida y
los demás, el trabajo, la creación, el cuerpo y aspectos diversos de la
existencia que no representan malestar o traen consecuencias adversas para el
sujeto.
Sin embargo, a diferencia de la medicina no se
conforma con la remitencia del síntoma o la superación del estado crítico de la
enfermedad, pues es consecuente con el postulado de que la afección, siendo
multi-determinada, donde al atender un factor puede destaparse otro, mutándose
la problemática de lo somático a lo psíquico, de lo psíquico a lo social, de lo
social a lo funcional, tal como lo propone Freud: una neurosis individual puede
transmutarse en neurosis social, así, alguien con agudos síntomas histéricos,
puede quedar sorprendentemente curado tras el estallido de una guerra o tras la
pérdida del trabajo, como si por una lado las afujías impuestas por la situación
externa desgastara la energía que estaba invertida en las dolencias, mientras
por otro, el mal se metamorfoseara en aquel que tal vez resulte mas
justificable. Es además advertido por el psicoanálisis que puede presentarse
una huida hacia la salud como medio defensivo de quien asiste al análisis, como
también es recurrente el hecho de que los co-analizantes muestren franca
mejoría buscando la aprobación del analista. Una cura es significativa si es
solidaria con cambios estructurales y de la personalidad (Lagache, 1984).
[1] No se le puede llamar psicólogo, puesto
que no lo era, además para la época el titulo como tal no existía.
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